Cree que somos pobres porque "ellos" son ricos y viceversa, que la historia es una exitosa conspiracion de malos contra buenos en la que "aquellos" siempre ganan y nosotros siempre perdemos (el esta en todos los casos entre las pobres victimas y los buenos perdedores), no tiene empacho en navegar en el cyberespacio, sentirse "on line" y (sin advertir la contradiccion) abominar del consumismo y, cuando habla de cultura, tremola asi: "Lo que se lo aprendi en la vida, no en los libros, y por eso mi cultura no es libresca sino vital." ¿Quien es el? Es el idiota latinoamericano.
Tres escritores (latinoamericanos, por supuesto) lo citan, diseccionan, reseñan, biografian e inmortalizan en este libro, que esta escrito como los buenos matadores torean a los Miuras: arrimando mucho el cuerpo y dejando jirones de piel en la faena. Pero la ferocidad de la critica que lo anima esta amortiguada por las carcajadas que salpican cada pagina y por una despiadada autocritica que lleva a sus autores a incluir sus propias idioteces en la deliciosa antologia de la estupidez que, a modo de indice, clausura el libro.
Cree que somos pobres porque "ellos" son ricos y viceversa, que la historia es una exitosa conspiracion de malos contra buenos en la que "aquellos" siempre ganan y nosotros siempre perdemos (el esta en todos los casos entre las pobres victimas y los buenos perdedores), no tiene empacho en navegar en el cyberespacio, sentirse "on line" y (sin advertir la contradiccion) abominar del consumismo y, cuando habla de cultura, tremola asi: "Lo que se lo aprendi en la vida, no en los libros, y por eso mi cultura no es libresca sino vital." ¿Quien es el? Es el idiota latinoamericano.
Tres escritores (latinoamericanos, por supuesto) lo citan, diseccionan, reseñan, biografian e inmortalizan en este libro, que esta escrito como los buenos matadores torean a los Miuras: arrimando mucho el cuerpo y dejando jirones de piel en la faena. Pero la ferocidad de la critica que lo anima esta amortiguada por las carcajadas que salpican cada pagina y por una despiadada autocritica que lleva a sus autores a incluir sus propias idioteces en la deliciosa antologia de la estupidez que, a modo de indice, clausura el libro.