"Vivimos una historia de unos días, jugamos años con su recuerdo”, escribe Noelia Olivera Ernie en uno de los poemas que integran Ver para crecer y adelanta lo que va a ser el tema principal de este libro. ¿Cuánto pesan los recuerdos en la vida? ¿Pueden vencer a la inmediatez del presente y su urgencia? Imposible dar una respuesta certera, pero sí puedo atreverme a pensar que, al menos en la literatura, la importancia es la misma. La brevedad, sin dudas, es una de las formas favoritas de la autora para dar cuenta de esa sorpresa necesaria antes que contar. Consciente de que el mejor poeta no es el que agrega palabras, sino que las examina a fondo hasta que encuentra aquella que puede decir lo que se busca, la autora encuentra la potencia estética en un espacio muy reducido. Un claro ejemplo: “Creí entenderlo todo/ hasta que lo padecí”. Es, justamente, en esa dirección, en donde la persona que tenga Ver para crecer entre sus manos va a encontrar la mayor riqueza de estos textos: la posibilidad de la contradicción, del aprendizaje y del error, del barajar y dar de nuevo. Gustavo Yuste, en el prólogo.
"Vivimos una historia de unos días, jugamos años con su recuerdo”, escribe Noelia Olivera Ernie en uno de los poemas que integran Ver para crecer y adelanta lo que va a ser el tema principal de este libro. ¿Cuánto pesan los recuerdos en la vida? ¿Pueden vencer a la inmediatez del presente y su urgencia? Imposible dar una respuesta certera, pero sí puedo atreverme a pensar que, al menos en la literatura, la importancia es la misma. La brevedad, sin dudas, es una de las formas favoritas de la autora para dar cuenta de esa sorpresa necesaria antes que contar. Consciente de que el mejor poeta no es el que agrega palabras, sino que las examina a fondo hasta que encuentra aquella que puede decir lo que se busca, la autora encuentra la potencia estética en un espacio muy reducido. Un claro ejemplo: “Creí entenderlo todo/ hasta que lo padecí”. Es, justamente, en esa dirección, en donde la persona que tenga Ver para crecer entre sus manos va a encontrar la mayor riqueza de estos textos: la posibilidad de la contradicción, del aprendizaje y del error, del barajar y dar de nuevo. Gustavo Yuste, en el prólogo.