La lucha entre dos principios opuestos explica en las teogonías primitivas la estructura del universo: la conciencia, la voluntad, es decir, lo masculino, subyugan a lo femenino que es pasividad, que es inercia. El vencedor posa su planta sobre la cerviz del enemigo, pero siente en cada latido una amenaza, un intento de sublevación. El temor engendra adoración y violencia: la mujer ha sido elevada al altar de las deidades y a la vez encerrada, marcada, doblegada, expulsada del templo, del ágora política, del aula universitaria.
Rosario Castellanos reflexiona sobre la condición femenina y hace eco al refrán: "Mujer que sabe latín... ni tiene marido ni tiene buen fin".
La lucha entre dos principios opuestos explica en las teogonías primitivas la estructura del universo: la conciencia, la voluntad, es decir, lo masculino, subyugan a lo femenino que es pasividad, que es inercia. El vencedor posa su planta sobre la cerviz del enemigo, pero siente en cada latido una amenaza, un intento de sublevación. El temor engendra adoración y violencia: la mujer ha sido elevada al altar de las deidades y a la vez encerrada, marcada, doblegada, expulsada del templo, del ágora política, del aula universitaria.
Rosario Castellanos reflexiona sobre la condición femenina y hace eco al refrán: "Mujer que sabe latín... ni tiene marido ni tiene buen fin".